El lanzamiento de las vacunas es una oportunidad para crear una nueva cadena de frío sostenible que tendrá mucha utilidad más allá de la crisis actual.
Después de 11 meses oscuros, el fin de la pandemia de COVID-19 está aparentemente a la vista. En las últimas semanas, se reveló que dos vacunas contra el coronavirus, una de Pfizer-BioNTech y otra de Moderna, tenían una eficacia superior al 90% en ensayos clínicos.
Pero si los reguladores las aprueban, hacer que las vacunas lleguen a miles de millones de personas será una tarea abrumadora.
Las dosis de Pfizer requieren un almacenamiento prolongado a -70°C, mientras que las de Moderna deben mantenerse a -20°C en el largo plazo. Ambas pueden durar períodos más cortos en un refrigerador normal, donde las temperaturas oscilan entre 2°C y 8°C.) La vacuna Oxford/ AstraZeneca puede almacenarse y transportarse a largo plazo a temperaturas de un refrigerador normal.
En cualquiera de los escenarios anteriores, la aplicación de ests vacunas a escala global requerirá una enorme expansión en la capacidad de la cadena de frío, como se le llama al sistema de infraestructuras que permiten que un producto se mueva desde su sitio de producción hasta su destino final mientras permanece adecuadamente refrigerado.
“La vacunación contra la COVID-19 será un punto de inflexión que determinará cómo se manejan las cadenas de frío a escala mundial durante las próximas dos décadas”, dice Ligia Noronha, directora de la División de Economía del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
En muchos países en desarrollo, las tecnologías son escasas y los expertos creen que la demanda de una vacuna de COVID-19 podría finalmente impulsar inversiones que habían estado desatendidas durante mucho tiempo. Pero advierten en contra de las soluciones rápidas pero contaminantes.
"Hay tres escenarios posibles, uno es que resolvamos el problema, pero de una manera económica y ambientalmente ineficiente. Otra es hacerlo de una manera un poco más ecológica, y, finalmente, hacerlo de una manera que sea realmente duradera", dice Toby Peters, profesor de economía del frío en la Universidad de Birmingham, Reino Unido.
Cuellos de botella en los países en desarrollo
Un lugar donde los desafíos de distribución cobran gran importancia es África.
El acceso universal a las vacunas es un desafío en las economías en desarrollo debido a las redes de cadena de frío inadecuadas, especialmente en las comunidades rurales, donde se registran los niveles más altos de pobreza.
Esto afecta no solo al acceso a las vacunas, sino también a la seguridad alimentaria y los medios de vida. Los agricultores pierden entre 30% y 50% de los alimentos que producen para consumo humano debido a las malas prácticas posteriores a la cosecha y la falta de almacenamiento en frío.
Para abordar esos problemas, el PNUMA se ha aliado con los gobiernos de Ruanda y Reino Unido, y un consorcio de universidades, para abrir el nuevo Centro Africano de Excelencia para la refrigeración sostenible y la cadena de frío. Con una sede en Kigali y laboratorios demostrativos en comunidades rurales de África, el centro se enfocará en el desarrollo de soluciones de vanguardia.
La primera fase de esta iniciativa está en marcha y consiste en una evaluación en profundidad de las necesidades y brechas que deben atenderse, la asignación de una sede en el campus de la Universidad de Ruanda y el diseño inicial de las instalaciones.
En términos más generales, la Coalición para la Refrigeración Limpia y Eficiente (Cool Coalition) liderada por el PNUMA está reuniendo a académicos y expertos de la industria para ayudar a los países a promover cadenas de frío sostenibles adecuadas, tanto para vacunas como para productos agrícolas.
"La vacunación contra la COVID-19 será un punto de inflexión que determinará cómo se manejan las cadenas de frío a escala mundial durante las próximas dos décadas"
Repensar las cadenas de frío
A nivel mundial, la escala del lanzamiento de una vacuna contra el coronavirus necesita mucho más que simplemente expandir la actual cadena de frío. Los programas de vacunación infantil, por ejemplo, suelen llegar a unos 115 millones de lactantes al año en todo el mundo. En contraste, se estima que la vacuna de la COVID-19 debe llegar a 5.500 millones de personas para lograr una "inmunidad colectiva" mundial eficaz. Y, además, se requiere la aplicación de dos dosis por persona.
“Es un problema de escala y complejidad completamente diferente. Es un desafío de velocidad y volumen”, explica Toby Peters, quien codirige el equipo de asistencia técnica detrás del nuevo centro africano.
Bajo un enfoque tradicional, se consideraría el uso masivo de generadores de diésel contaminantes para alimentar refrigeradores en lugares donde el suministro de electricidad es frágil o inexistente. Esto podría traducirse en el uso de refrigerantes dañinos para el clima, como los hidrofluorocarbonos, que pueden tener un potencial de calentamiento global cientos o incluso miles de veces mayor que el dióxido de carbono.
A los expertos también les preocupa que los estados tengan dificultades para manejar las enormes cantidades de desechos sólidos que generará un programa mundial de vacunación, desde viales de vidrio hasta agujas usadas.
Es por eso que muchos actores instan a los países a considerar el impacto ambiental de las medidas y luchar por soluciones sostenibles a largo plazo mientras diseñan la expansión de sus programas de vacunación.
Si las prácticas adecuadas son integradas ahora, existe la posibilidad de lograr "soluciones que se mantienen”, dice Brian Holuj, oficial de gestión de programas de la Iniciativa Unidos por la Eficiencia (U4E) del PNUMA.
Eso significa mejores refrigerantes, eficiencia superior y menos dependencia de generadores de diésel, explica, así como una mano de obra capacitada y equipada para optimizar el sistema y dar servicio a sus componentes.
Soluciones a largo plazo
Dado que se invertirán miles de millones de dólares en el almacenamiento y manejo de la vacuna contra la COVID-19, los expertos están explorando cómo hacer esto de forma sostenible.
Una oportunidad clave es crear una nueva cadena de frío para la vacuna, parte de la cual, una vez superada la crisis actual, podría utilizarse para transportar otros bienes, como productos agrícolas.
Una oportunidad clave es crear una nueva cadena de frío para la vacuna, parte de la cual, una vez superada la crisis actual, podría utilizarse para transportar otros bienes, como productos agrícolas.
A nivel mundial, un tercio de la producción de alimentos se pierde antes de llegar a la mesa. Un mejor enfriamiento podría reducir significativamente esa cifra y generar mayores ingresos para los agricultores.
Un programa apoyado por el PNUMA en el estado de Tamil Nadu, en el sur de la India, trabaja con la empresa de refrigeración Tabreed, para proporcionar refrigeración sostenible a los productores locales de mango. Una iniciativa como esta podría funcionar para las vacunas de la COVID-19 y luego ofrecer un servicio perdurable para la conservación de los productos agrícolas.
“Si establecemos cadenas de frío que luego se puedan utilizar para fines agrícolas, el impacto heredado sería mucho mayor. Sería enormemente beneficioso para los países”, dice Benjamin Hickman, quien coordina el trabajo de la Cool Coalition sobre cadenas de frío.
Por su parte, Toby Peters señala que, dada la magnitud de los requisitos de la cadena de frío para una vacuna, puede ser más productivo reutilizar los sistemas de distribución de alimentos actuales, en lugar de ampliar las redes médicas.
"Si bien tenemos que gestionar el riesgo de contaminación cruzada, un frigorífico no sabe si contiene una vacuna o un tomate", concluye Peters.